Desayunamos juntos los manjares que ha preparado.Ella no para de hablar y de contar mil y una cosas que quien sabe si son o no importantes. Yo la miro, observo sus movimientos nerviosos, sus carnosos labios y esa suave y tersa piel que adoro acariciar.
Descubre que espío cada uno de sus gestos y aspavientos, me frunce el ceño. Sabe que no la he estado escuchando. Se hace la niña, coge una rabieta, se niega a moverse.
La hago cosquillas, grita, ríe y dice que se rinde, pero no lo permito y continuo con su castigo. La levanto en volandas hasta la cama y ella intenta, sin éxito, librarse. La tumbo, la acaricio, la beso, la hago reír de felicidad.
Es como una niña que juega a ser princesa. Pero es que ella es mi princesa.