La vida no es una puta, la culpa es de la suerte que la pervierte.
Nunca me sonrió la suerte, no desde que me declaré en guerra ante la vida y le dije que a partir de ahora sería yo quien viviría a su manera. Y así pasa, me convertí en una desequilibrada enamorada del amor y valiente defensora de los besos más tristes de madrugada. Que como una vez la dijeron, no volverá a encontrar un primer amor y que se destroza sobre un papel.
La han vuelto a romper, la han desangrado enfrente de ese corazón que ya tiene más heridas que un soldado, que no sabe como amar, ni a quien demostrar su incansable ilusión de niña en un 6 de enero.
Yo no pido que me salven, yo alzo la bandera para que me dejen naufragar a gusto y sin prisas. Que es más fácil hundirse que salir a flote y ahora mismo solo quiero ahogarme. He vuelto al blue period de Picasso o los red days de Audrey, y creo que ya tengo asiento reservado, porque vuelvo tan a menudo a esta sala de cine que ya me sé hasta el diálogo de la película.
La suerte no me sonríe, nunca lo hará; yo seguiré confiando en la vida y no me cansaré de decir que el amor es lo más bonito que existe. Pero decidle a quien creáis conveniente que me traten con cuidado que me vuelvo de porcelana si me tocas el corazón y ahora soy puro cristal.
Dile a suerte que no me busque, porque me ha destrozado por confiar en el azar y ha roto la porcelana de esta muñeca con corazón de plastilina.
<3 <3
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