lunes, febrero 8

R(evol)ución

  Basta ya de no creer en el amor, de tener miedo a darlo todo después de cada caída. Para de pensar que nadie podrá llegar a comprender todo eso que das por otros, no te preocupes por no ser correspondido del mismo modo que esperabas. El amor es dejarse romper en pedazos para recomponerse con la saliva de otros labios. El amor es prendarse de unos ojos, querer bañarse en cada pliego de piel y prender toda la gasolina de las cerillas que encienden tu corazón. ¿Y qué si morimos en el intento? 
  ¿Acaso no es más bonito morir de amor que de odio? Puede que no crea en las cosas más usuales de la vida, pero daría mis pestañas por cumplir todos los deseos que se llamen amor. Creer en el amor es creer en la misma magia, ¿o es que no resulta maravillosamente mágico que una persona erice cada centímetro de tu piel con solo mirarte y que esté dispuesta a recorrer todo kilómetro en el mundo por ti? 
  No pensar en el amor como la máxima aspiración es para mi un terrible error en la sociedad. En ese extremo del abismo estamos a un paso del cambio, porque aunque saltes al vacío siempre habrá algo esperando abajo, puede que te rompas las costillas contra el asfalto, o puede, y me atrevo a apostar por esta opción, que la revolución de aquellos que creen en el amor está por llegar. El siglo XXI necesita una revolución de valores. 
  El amor puede estropearse, puede romperse, puede no ser correspondido, puede morir, o ni siquiera ser verdadero, pero siempre, siempre, siempre, uno es más feliz con un corazón palpitante. Por esa persona que realmente nos remueve el mundo y nos llena de nostalgia si se va. No, renunciar al amor no es una opción. 


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